Te embrujó la fertilidad de su mente
su mirada cristalina
la frescura de sus gestos.
Su olor fue suficiente para frenar tus pasos,
su imagen lo que te impulsó a compartir el tiempo,
pero su interior te embrujó.
Y embrujado creaste tu propio jardín,
el lugar donde encontrabas tu paz,
el que te abrigaba cada atardecer.
Embrujado, hipnotizado por cuanto tenías
¡te olvidaste!
Olvidaste convertirte en experto jardinero.
Abonabas sus raíces cada primavera,
pero olvidabas cantar mientras lo hacías,
apretabas sus brotes cuando en realidad solo necesitaban caricias.
Y el jardín protestó en su madurez,
ya se había acostumbrado a aportarse su propio calor.
¿Para qué esperar el de quien no llegaba?
Si la tierra es fértil
el jardín apenas necesita más cuidados
que los que aporta la propia naturaleza.
Hoy te digo que:
aunque hipnotizado…nunca olvides
que también has de hipnotizar.
Porque puede llegar el momento,
que aún sintiéndolo tu propio jardín,
él quiera estar solo con cuanto ha creado.
Autor: Sole Moreira
Fotografía: de la red
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