El resto de la mañana fue un no parar de juegos en el agua y en la arena; Francisco disfrutaba con un adolescente haciendo aguadillas a su hermana. Tras una competición a nado, teniendo por jueces a Alberto y Luci, los hermanos se fueron hacia las rocas; sus mejores momentos en la playa siempre tenían lugar saltando de una a otra en busca y captura de pequeños cangrejos, quisquillas, lapas y demás moluscos. Tras disfrutar de ese ritual, Fran decidió acercarse al chiringuito mientras Ana tomaba el sol en las rocas (sentir como la arena se iba aposentando en su piel era una experiencia que no disfrutaba especialmente).
Saboreando la cerveza, Fran se dispuso a observar en silencio a su hermana. Allí estaba ella, sentada en las rocas sumida en su mundo, mirando hacia el horionte cómo si este pudiera susurrarle cuanta respuesta necesitaba. ¿Por qué Ana siempre tenía que desmenuzarlo todo? ¿Por qué una y otra vez tenía que cuestionarse lo que estaba bien o mal? Ana no dejaba margen al instinto, y sin embargo este tenía razón muchas veces; tenía que ser un poco visceral y no tan cerebral. En fin, nadie es perfecto y mi hermana no va a ser la excepción que confirme la regla, concluyó en su fuero interno. Durante la noche, su amigo le había asegurado que merecía la pena luchar por ella y eso haría. Por su parte, Francisco le ofreció su apoyo incondicional; siempre había pensado que harían buena pareja.
Terminada la cerveza, Francisco decidió acercarse a ella. Tenían una trascendental charla pendiente, necesitaba un cable y si era posible, él intentaría echárselo.
- ¿Acerté con el lugar?- le preguntó en tono afectuoso y jovial nada más tomar asiento a su lado.
- Si no tenemos en cuenta que el hotel es un poco simple.- objetó Ana, regalándole su expresión analítica acompañada de un cómplice guiño.
- Doña exigente- dijo riéndose.
- ¡Que me ha costado dormir!- se quejó antes de comerzar a enumerarle los por qués- El colchón deja mucho que desear y la almohada no hay por dónde cogerla… El lugar es maravilloso, ya dormiré en casa- concluyó en tono conformista – Al amanecer me asomé a la terraza y las vistas son de lo mejor, puedes sentir el mar a tus pies y al mismo tiempo, disfrutar de la belleza de los jardines a su alrededor y de los acantilados algergando terrenos de pasto. Es bonito, sí- aceptó al fin tras lanzarle un tierno beso- Hermanito, eres un sol.
- ¿Puede saberse entonces a qué viene esa cara?- Fran se sentó a su lado pasándole un brazo por los hombros- Nena, como sigas así, en dos meses escribiré tu epitafio: «Ana Moreno a sus 33 años de edad, con su cuerpazo y su castaña melena ondulada, ha decidido dejarnos cuando, tras una sesión con sus colegas asesores, sufre un infarto a consecuencia de un brote de incomprensión… aguda»
Fran esperó un momento, miró a su hermana con esa ternura que a ella le llegaba hasta lo más hondo, y la abrazó cómo tan solo pueden hacerlo dos personas que se han apoyado toda la vida .
- No te pido que desistas,- ¡bien sabe Dios que no lo harás!, pensó Fran- simplemente frena un poco, has sembrado la semilla, una semilla pura, buena. Ahora has de abonarla, mimarla, cuidarla de las heladas, del exceso de agua, exponerla al sol cada mañana y esperar a que germine.- dejó que el silencio los acompañara por unos segundos, el tiempo suficiente para que ella absorviera cada palabra- Ten fe Ana, germinará en todo su esplendor, pero necesita tiempo. Y si no, que les den.- este último deseo de Fran, consiguió que su hermana volviese el rostro hacia él y, tras un suspiro, se prometió esperar ese tiempo.
- Quizás tenga razón.- sopeso- Quiero que germine nada más plantarla y eso es imposible, reconozco que esos tíos me sacan de mis casillas, me agotan la paciencia- soltando otro suspiro continuó- Soy muy paciente, lo sabes, pero reconozco que solo hago uso de ella siempre y cuando me mantenga ocupada, no puedo estar sin hacer nada mientras espero. Y en esas reuniones lo que haces es hablar y hablar, solo hay acción verbal. ¡ Estoy empezando a pensar que esta menda no vale para eso!
Ana acababa de reconocer algo que Fran sospechó desde un principio. Su hermana era una mujer de acción, se tomaba su tiempo para meditar sobre un problema, cierto, pero cuando se encendía la lucecita y veía el camino a seguir se lanzaba a él. Durante el proceso simulaba el lento avance de una hormigua, pero cuando tenía clara la ruta a seguir… ¡joder, pasaba a ser Espiri Gonzales!
- Lo sé, por eso te hemos secuestrado este fin de semana. Sobre todas las cosas, lo que más necesitas es escapar de la rutina, respirar aire nuevo, distraer la mente, verlo todo desde otra perspeciva- dicho esto, con un fuerte abrazo y un sonoro beso, se quedaron los dos mirando como rompían las olas al entrar en contacto con las rocas.
Esa noche se metió en la cama dándole vueltas al descriptivo análisis de Francisco. Él tenía razón, la conocía muy bien, debía tomar una decisión sobre si seguir o no por el camino de la política ¡y a ser posible antes de la próxima reunión!. Cómo experiencia no había estado mal pero, cuando algo no va, cuando participas en algo que te hace sentir impotente, mejor es bajarse de ese tren antes de que descarrile; concluyó con firme determinación.
Luego estaba la conversación mantenida con Alberto, los momentos compartidos con él la noche anterior, la posibilidad de hacer algo juntos, compartir algo especial. Es de locos, se dijo, sin poder evitar que su fuero interno disfrutara al imaginar la situación. Este criaturo se tira en altamar desde un trasatlántico sin salvavidas y se queda tan ancho. ¿Cómo puede estar tan seguro de sí mismo? ¿Prepotencia? No, Alberto está muy lejos de ser prepotente ¿Por qué me atra tanto esa seguridad? Jo , mami, cuando sea mayor quiero tener la alegría de vivir de Francisco y la seguridad de Alberto. No me extraña que se lleven tan bien, son el complemento perfecto el uno para el otro.
¡Pero qué estaba haciendo! ¡Alberto, Alberto…! Ese hombre tenía la facultad de hacer desaparecer todo su estrés. Con él no había estrés no, con él surgían de su cuerpo un mundo de emociones dormidas desde hacía un año. ¡ Joder! si solo con tocarla su sensualidad se ponía a trabajar rápidamente y el raciocinio se iba de vacaciones.
Estaba visto que esta noche tampoco iba a dormir… entre el colchón, la almohada y los pensamientos… ¡Por favor, era como si esa voz que, últimamente la incordiaba de contínuo, tomáse el poder! Porque cuando estaban juntos solo quería hacer lo que esa vocecilla atolondrada le decía constantemente. Besos, caricias, abrazos, sentir su piel, cobijarlo dentro de su cuerpo, era atracción con mayúsculas, la que te deja sin respiración y consigue llevarte a un amanecer lleno de explendor.
¡No y no!- protestó sin alzar la voz, Luci dormía plácidamente en la cama de al lado y no quería despetarla- . Se había convencido a si misma de que ya había tenido suficientes dosis de amor, los hombres para pasar el rato, es más, a ser posible un buen rato. ¡Tampoco se iba a meter en un convento de clausura! y no era ninguna mojigata, le gustaba el sexo cómo a la que más. Pero sin complicaciones, ya había tenido suficiente de eso.
Lo que le sucedía con Alberto era simple atracción y por nada del mundo lo dejaría ir más allá, solo atracción. Esta vez no se dejaría llevar por situaciones idealizadas, según su propia experiencia terminaban cegándote hasta cometer un error tras otro. No, no lo haría, contínuamente buscamos a nuestra alma gemela y contínuamente confundimos atracción con amor.
¿Existiría eso?, ¿De verdad podría conseguirse ese tipo de compenetración entre dos personas? ¡Lo ponen tan bonito y tan fácil en las comedias románticas!
Esta mujer me exaspera… claro que existe. El que hasta el momento tu GPS se haya equivocado de ruta (cosa que hacen con facilidad, dicho sea de paso), no quiere decir que para nosotras no exista ese ejemplar maravilloso, con el que nos cabrearemos más de una vez, no te lo voy a discutir, pero existe. ¡Espabila! Alberto te hace sentir viva otra vez.
Esa voz otra vez ¡¿Dejarás de fastidiar, doña sabionda?! Que fácil es decirlo. Claudiqué con Miguel, un modelo de sensatez, la organizacicón personificada… el sexo no estaba mal y salió rana. ¡Que digo rana!, me ha costado un año de terapia, meses de llorar a la almohada, de mirar a un lado y a otro para cerciorarme de que no estuviese cerca. ¡Por Dios, pero si hasta tuve que solicitar una orden de alejamiento!
Claro que espabilé, mi vida es mía, no necesito a nadie más- una sonrisa pícara iluminó la cara de Ana- Pero también es cierto que pienso disfrutar de ese pedazo de bombón que acaba de tocarme en suerte.
¡Bueno es saberlo, ya me preocupa menos nuestra salud mental!- se alegró su lado diablesco.
El lunes, a última hora de la tarde, Alberto repasaba metalmente lo que había sido su vida hasta el momento y hacía cábalas sobre lo que quería conseguir de ella en un futuro próximo; el fin de semana resultó mucho mejor de lo que esperaba, le debía una a Franchuti (así era como se refería a Francisco cuando estaba especialmente de buenas con él) por haberse hecho el tonto y dejarle pasar con su hermana más tiempo del que estaba previsto. Y le debía otra, más gorda, por no acribillarle a preguntas sobre el tema. Si bien hablaron de ello, Fran se limitó a ofrecerle su apoyo. Eso sí, recordó Alberto sin poder evitar una amplia sonrisa, como buen hermano soltó aquello de: ¡Cómo la hagas sufrir, te mato capullo!
¿Quién le iba a decir que aquel muchacho escuálido conseguiría su sueño?, el análisis de esta cuestión lo puso nostálgico. Sin embargo, antes de dejarse llevar por la nostalgia su meta hacia Ana le permitió saborear una sonrisa; faltaba mucho camino por recorrer, pero lo conseguiría, conseguiría entrar en el corazón de Ana.
Había perdido a sus padres a temprana edad a causa de un accidente. Ese fatídico momento fue el que dictaminó que caminara hacia la edad adulta en compañía de sus abuelos maternos, en un pueblecito costero.
Su abuela intentó llenar el vacío que la pérdida de sus padres había dejado, volcaba en él todo el amor que sentía por su hija perdida, que sumado con el de abuela, pues la verdad, era mucho amor.
Pero con su abuelo, la convivencia fue bien distinta. No consiguió asimilar que su hija los abandonara a tan temprana edad. Era injusto que un padre sobreviviera a sus hijos, no, no era aceptable. Se volvió una persona tosca, encerrada en si mismo, nunca estaba bien lo que hacían los demás, todo le molestaba.
Alberto subsistía con el amor que le ofrecía su abuela, ayudaba en casa todo lo que podía después de clase, intentando así tener a su abuelo contento. Pero no era suficiente, siempre se olvidada de hacer algo, siempre podía sacar mejores notas… ¡viejo cascarrabias, nunca estaba contento, nada era suficiente!
Era feliz en el instituto, le gustaba estudiar y además, gracias a su carácter abierto, no tuvo problemas para hacer amistades en su nuevo hogar. Pero también era cierto, que sentía un vacío que llegaba a doler cuando se hacían reuniones de padres, cuando un amigo lo llevaba a su casa y era testigo de la complicidad que existía entre este y sus padres; él no tenía eso y lo anhelaba; su abuela lo había encontrado innumerables veces llorando a escondidas la pérdida de sus padres y lo envolvía en sus brazos hasta que se desahogaba y recuperaba el control.
Luego llegaba su otro momento de paz, en su cuarto, soñando con un futuro en la medicina. Quería ser médico, eso lo tenía muy claro, intentaría salvar vidas, creía que con ello de algún modo compensaría el no haber podido salvar la de sus padres.
Pasaron los años y Alberto consiguió trabajo en un pub, fue así como pudo financiarse los estudios. Fueron tiempos duros, hubo ocasiones en las que estuvo a punto de tirar la toalla, pero mereció la pena- concluyó con satisfacción-. Su vida transcurría entre el trabajo y la facultad, solo se permitía sacar algo de tiempo para ir a visitar a su yaya, la mano que le había apoyado desde un principio y cuya muerte, todavía a día de hoy, un año después, le dolía. Su falta consiguió que el vacío volviese a adueñarse de su corazón; sensación que conseguía mitigar con el trabajo, la compañía de Fran y las visitas a la casa de este, sus padres lo habían adoptado sin necesidad de papeles, era uno más de la casa.
Pero ya era tiempo y momento de crear su propio hogar ¡Sería muy gratificante que alguien lo estuviese esperando con una copa de vino al llegar a casa!. O ser él mismo quien esperase a ese alguien, con la cena preparada, en una atmósfera que invitara a hablar de cómo había ido el día, o para sentarse en el porche mirando la playa mientras escuchaban el batir de las olas cogidos de la mano. No le disgustaría en absoluto tener como rutina, cada mañana, la acción de rebuscar la crema de afeitar entre las cremas faciales de su mujer, o preparar el desayuno para dos, hacer turnos para cocinar… No, no le importaría, y menos si era con Ana. Cualquier tema de conversación era válido con ella, lo hacía reír cuando se ponía terca, imposible y tozuda al no estar segura de cómo acturar. Pero es que además, le hervía la sangre cada vez que la tenía cerca, y cuando se tocaban, sentía una premura por arrastrarla con él a un mundo aparte que era difícil de controlar.
Ana- dejó fluir su nombre por el salón, saboreando esas tres letras- La hermana de Fran se le había metido muy adentro; cuando se encontraban en Santiago, en casa de Àngeles, le era imposible mantenerse indeferente a sus palabras y sus gestos. Pero, en el momento presente, después de las horas compartidas en Asturias, su necesidad por sentirla a su lado lo alarmaba. Podía imaginarla en su jardín, estudiando que planta poner en cada zona (porque seguro que estudiaría las características del suelo, las horas de luz, necesidad de humedad…). Esa imagen, y la discusión que tendría lugar entre ambos, lo hizo sonreír desde el alma; porque él se conocía y sabía perfectamente que, si de él dependiera, pondría la planta en el lugar que más le gustara y listo. Alberto tenía muy claro que juntos nunca se aburrirían, la convivencia está repleta de tomas de decisión y, con Ana, eso podía ser toda una experiencia.
No desistiría en su idea de intentar llegar al todo con ella. Dejaría pasar un par de días y la llamaría; si algo le había quedado claro este fin de semana es Ana era su otra mitad.
El lunes, después del trabajo, Ana decidió darle otro enfoque a la reunión del miércoles, no se impondría con un determinante «hagamos esto o lo otro», no, más bien sería algo así como » por qué no se vigiló esto, por qué no se controló esto otro…» Como había dicho Fran: dejar caer la idea, sembrar la duda y… esperar. Hacía falta dinero, mucho dinero…
- Lógico, entre otras cosas hay que reponer todo lo que unos cuantos listillos dejaron de aportar al Estado durante años. O lo que otros muchos destinaron a ayudas, subvenciones, etc para vaya a saber usted que bolsillo amigo. Jo, que bien… a vaciar las arcas, a dar dinero a diestro y siniestro, que consuman hasta que se harten, a lo mejor así no se enteran de la que se nos viene encima.
- ¿Ya estás otra vez?- el tono de marisavidilla que adquiría su yo diablesco la sacaba de quicio- Si tuvieras un interruptor ten por seguro que te apagaría.
- No tengo pensado dejarte tranquila por el momento. Corrupción por todos lados y luego a pagar el pato los lelos. Eres una ilusa si piensas que esto terminará en algún momento.
El teléfono sonó, interrumpiendo el debate interno de Ana
- ¡Hola peque! ¿Cómo te han tratado hoy los leoneses?- su hermano, el optimismo en persona, justo lo que necesitaba Ana para desprenderse del agobio y premiarse con unas risas.
- ¡Fran! tratar lo que es tratar… como siempre.
- Yo creo que te van más los coruñeses… Uhmm- le insinuó sin más.
- No lo dudes, tú y Luci sois buena prueba de ello- se levantó del sillón y fue hacia la cocina a servirse un Viña Real. ¡Fuera preocupaciones, disfrutemos de un rato de charla con mi enano favorito!, decidió.
- Y… ¿Qué me dices de Alberto? Me equivoco, o no lo has mencionado a propósito- desembucha os he visto, pensó.
- He de decir que tienes un amigo que está… para comérselo, pero eso ya lo sabías- la voz de Ana desprendía picardía- Creo recordar… que te lo mencioné en más de una ocasión.
- Ya…¡y te lo has comido!. Mejor dicho, os habéis dado un banquete. ¿Puedo pensar que tus viejas heridas se están curando?- ese era otro motivo de preocupación para Fran. La había visto destrozada por culpa de un capullo, al cual no había aprobado desde un principio, y además ejerció de pilar durante su recuperación recogiendo y ayudándole a recomponer las migajas que se habían quedado por el camino.
- Oye enteradillo… ¿Lo has hecho a propósito?- analizó en voz alta. En Asturias, él y Luci aprovecharon la primera oportunidad para desaparecer. No, mi hermanito no sería capaz… ¿O sí? Hay que reconocer que algo de Celestina si tiene, valoró Ana.
- Reconozco… que cierto personaje a la mínima pregunta por ti y a usted , señorita, no le es del todo indiferente.- matizó haciendo incapié en cada palabra- ¡Señoría me confieso culpable! Me gustáis los dos y no me importaría tenerlo de cuñado.
- ¡Ehhh! pon el freno- Ana no pudo evitar soltar una carcajada- ¿Qué os dan en Coruña? Vivís en un contínuo maratón. El doctor Caballero quiere una relación y tú quieres un cuñado. ¿Sabes que quiero yo? Disfrutar del sexo y punto- afirmó concluyente.
- ¡Ana, soy tu hermano pequeño, no me escandalices!-exclamó Fran tras atragantarse con la cerveza- La hortensia que estoy regando te ha escuchado y oye, a ella le ha sentado bien, de pronto tiene un porte más vigoroso.
- Brindo por ello- celebró sin poder contenre la risa- ¿Ves? A las plantas también les gusta el sexo.
- Y volviéndo a tu primera pregunta… es la brisa del atlántico. Y, en lo referente a tu mutismo sobre «A love A», tengo a la otra «A» en Coruña- aceptó con una sonrisa cómplice- No cuentes nada, tengo cerca a tu contrincante, ya lo atacaré.
- Vieja chismosa- las risas fluían a uno y otro lado de la línea telefónica.
- No, no, no Hermano interesado por tu bien estar.
- Cambiando de tema- Ana intentó ponerse seria- Dile a Luci que no me he olvidado de la conversación que tenemos pendiente.
- ¡Me intrigáis bella dama!
- Nada de intrigas, la librería no va bien y me ha pedido consejo.
- Coronela, eso sí que es serio- Fran se tensó enseguida, no le gustaba ver lo mustia que llegaba su compañera de piso todas las noches- Cuenta con ello, se lo diré. Pon a tragajar ese cerebrito tuyo, Luci se lo merece.
- A eso voy ahora. Yo también te quiero. Adiós bombón.
Dos riojas, una buena cena, una larga y descontracturadora ducha y Ana ya estaba preparada para que Morfeo la acogiese en sus brazos, cuando su móvil la aviso de la entrada de un whatsApp.
- Hola pequeña, ¿Estás dormida?
Hombre… me disponía a ello, respondío mentalmente mientras valoraba el contestar o no.
Así me gusta terminar a mí el día, con alguien endulzándome la oreja al otro lado de la línea. -Uhmm protestó Ana
- Casi. Buenas noches Alberto- se quedó mirando el móvil por si había respuesta, de repente suena y Ana da un salto en la cama.
- Hola otra vez. ¿Cómo ha ido tu día?-
- ¡Ay madre!, Alberto y esa voz que acelera razón y sentidos- confesó con un silencioso murmullo a su almohada. Era curioso como la voz cantarina de su hermano la relajaba y el tono del doctorcito la ponía a cien.
- Agotador, pero digamos que el balance ha sido positivo- Ana se esforzó para que no se le notasen los nervios en la voz.
- ¿Otra vez peleándote con el club de las cabezas pensantes?
- ¿El club de las cabezas pensantes? No te sigo- ese comentario consiguió sosegarla un poco, desviando sus pensamientos libertinos.
- Tus nuevos amigos, los políticos- Se explicó Alberto, dando un matiz cómico a sus palabras. Eso hizo gracia a Ana, la relajó y terminó acurrucándose entre los cojines de su cama.
- Buen nombre, sí señor. Pero no, dudo que me pelee durante mucho tiempo más con los susodichos. Creo que voy a desistir. Pero cuéntame ¿Es una llamada de cortesía o necesitabas decirme algo?
- No pequeña, la verdad es que me apetecía oír tu voz.- afirmó con un cariñoso deje en cada palabra.
Calor, calor. Empiezo a tener mucho calor. Y luego dicen que no hay romanticismo en el mundo, este chico dice unas cosas… ¡Silencio bruja!, es una conversación a dos bandas no a tres. Tras el silencio provocado por esa mental protesta, Ana volvió a dar señales de vida
- Alberto… – la voz de Ana había bajado unos decivelios, pero se tornó más vibrante.
- Ese soy yo. Es una buena forma de terminar el día.- afirmó, invitándola a aceptar esa verdad- Yo diría que hoy por hoy la mejor.
- Uau, me acabas de subir el ego.
- Serás… – te cogería ahora mismo y…, pensó- El ego y algo más te subiría yo- espera que vuelva a pillarte.La carcajada de Ana resonó a través de la línea.
- ¿Y puede saberse qué más?
Las palabras, pero sobretodo el tono que Ana acababa de utilizar, envalentonaron a Alberto
- Vamos a ver… qué llevas puesto- el día va a terminar mejor de lo que imaginé, previó Alberto.
- Uhmmm … culote y camiseta, te he dicho que me disponía a dormir.
- Pues… – con cadencia lenta y sinuosa continuó- Subiría la camiseta centímetro a centímetro, acariciando cuanto va quedando al descubierto y luego…
- ¡Ohhh sexo telefónico! esto es nuevo- la risa de Ana resultó contagiosa, Alberto no pudo evitar unirse a la misma.
- Vale, ya me has cortado el rollo.
- Anda rollo, ha sido un placer hablar contigo, pero mañana curro ¿Y tú?
- Va a ser que también ¡¿Pero, a que ahora vas a dormir mucho mejor?!- como bien había puntualizado Ana, la perspectiva de sexo telefónico era una buena opción, pero la complicidad compartida en esta corta conversación era mucho mejor.
- Buenas noches, grandullón- lo despidió relajada y con una sonrisa tonta que estaba segura no la abandonaría en toda la noche.
- Vaya, que cariñosa- quiso objetar con cierto sarcasmo, pero no pudo evitar unirse a la sonrisa de Ana- Buenas noches a ti también. Sueña conmigo.
Una vez colgó el teléfono, Alberto no pudo hacer otra cosa que seguir pensando en la personita que había estado al otro lado de la línea. La extrañaba, durante el día, en sus ratos de descanso, había estado analizando lo ocurrido entre ellos, dándose cuenta de que una parte de él necesitaba tener cerca a Ana. Por todo ello, se juró que iba a hacer algo al respecto.
La de cosas que se me ocurren a mí en este momento- pensó Alberto. Joder, esto de la distancia sí que es un punto en contra. No bastaba con poder llamarla. De pronto se acordó que tenía unos días libres la próxima semana. Tal vez podría acercarse a León sí, ¿Por qué no?