La inmovilidad se apoderó de Ángela, la tensión era tal que no movía ni un músculo. ¡Por todos los santos! Cómo iba a decirle a su padre, recién infartado y operado, que su compañera de toda una vida se estaba muriendo poco a poco; cómo ocultárselo a su hermano para que pudiese seguir preparando la oposición ¡SE EXAMINABA EN UN MES! Ya no sabía ni en qué mundo vivía de lo centrado que estaba en su preparación, y por otro lado el que su madre estuviese más o menos tranquila dependía de ese maldito examen, de saber a su hijo con un futuro más o menos resuelto. La tranquilidad de Ángeles era fundamental para que el avance de su enfermedad fuese más lento, eso era lo único que los neurólogos afirmaban de manera rotunda.
Pues…no sabía cómo, solo tenía algo muy claro: tocaba mentir como una bellaca y… ¡¡POR DIOS QUE ESO HARÍA!!