Lo sé, es difícil encontrar el equilibrio…
pero nadie es ángel o demonio.
Clérigo, ateo…beato, agnóstico…
que más da, todos llevamos dentro un belcebú particular.
Mientras el ángel alimenta nuestra alma
llevando ternura a donde vaya,
el demonio da sustento a nuestra vida,
porque la diablura controlada nos hace reír.
Déjame hacer mil diabluras
escribiendo, diciendo, sintiendo.
Quiero jugar con mi yo Lilith,
fuerte, poderosa, imnortal.
No te preocupe mi yo ángel,
quiero entregarme sin miedo,
sonreír desde muy dentro,
contagiar optimismo al mundo.
Y a ti…a ti te quiero diablo cuando imaginas,
cuando me piensas y me miras.
Te quiero ángel cuando obras,
cuando valoras lo imaginado.
Quiero mil diabluras inofensivas,
de las cuales broten risas.
Quiero al diablo entre mis sábanas,
pero al ángel en la mañana.