Me aferré a ti porque sentí. Sentí cuanto podía darte, la fortaleza que adquirías al tocarme, mientras mis palabras eran tu mar en calma. Absorbiste cuanto amor desprendía, mientras me ofrecías destellos de pasión, coronados con la seguridad de tus palabras. ¡Con que poco iluminabas mi día! Ahora, tu sonrisa se tornó fríaSigue leyendo «Ojos de ángel»