En verdad no se trata de hablar distinto idioma, el problema reside en el caminar descompasado.
Toda relación que comienza es hermosa,cualquier contratiempo es válido y justificado. Generalmente, caminamos tan ciegos por ese amor nacido que, la palabra defecto no tiene cabida en nuestro vocabulario.
Luego llega la convivencia, el momento de adaptarse al otro, sin anular nuestra propia persona porque el fuerte siempre tratará de someter al débil. Y seguimos practicando la invidencia y, aunque todo esté bien…algo comienza a fallar.
Verdades a medias, omitiendo cuanto pueda herir al otro, caricias consentidas con o sin deseo…y se va perdiendo la risa a medida que la nube envolvente si disuelve.
Es entonces cuando aquel, que se esforzó en dar amor, siente cansancio. Entonces, cuando el que ocupó sus días en aportar cuanta materia nos rodea, demanda el amor recibido hasta el momento porque el suyo sí ha crecido.
A menudo confundimos amor con momentos de pasión, creyendo que es suficiente con aportar dichos encuentros. A menudo nos olvidamos que amar es escuchar, arropar, abrazar sin segundas intenciones, dar un beso en la mejilla, aceptar que no siempre tenemos razón.
Caminamos a destiempo y luego nos preguntamos… ¿Por qué se ha marchitado?
Intentemos caminar de la mano, procurando equilibrar la balanza entre lo que damos y recibimos. Porque siempre es tiempo para que surja un brote fruto de todo lo compartido.