¿Perfecta… eterna?

Me escribiste perfecta. Atendiendo a tu beso pensado, a la caricia anhelada. Pues mi razón y deseo eran tu razón y tu deseo.   Me escribiste eterna. Compañera  infatigable, indiscutible creyente de tus dogmas, dadora incansable ante tus caprichos, cómplice permanente de tus fantasías. Pero, mientras me escribías, tú pluma me insufló corazón. Ese queSigue leyendo «¿Perfecta… eterna?»