Y por fin llega la hora en que puedes volver a pensar en ti, el tiempo de valorar lo conseguido hasta el momento.
Estática y desnuda ante lo que sientes: satisfacción e inquietud. Satisfacción por todo aquello aportado y recibido en los años pasados, inquietud ante cuanto pueda deparar el futuro.
Llega una nueva etapa, en la cual comienzan a romperse rutinas y esquemas, el comienzo de algo nuevo, el reencuentro con tu propio yo.
Hay tantas posibilidades, tanto nuevo por vivir…que la decisión sobre cual camino recorrer se vuelve si no difícil ciertamente inquietante.
Y decides frenar el avance galopante, bucear entre las diversas alternativas hasta conseguir una primera visión de cuanto queda por venir.
Lo correcto e incorrecto pasan a tener diferentes matices, porque comienzas a dar paso a la permisividad, a valorar cuanto puedas hacer por tu felicidad. El mundo vuelve a tener un sin fin de tonalidades, es hora de despedirse del blanco y negro.
Y en tu rincón vuelves a la posición fetal, dispuesto a renacer con fuerza y coraje suficiente para dar rumbo a la nueva etapa de tu vida.
«Nunca te niegues ese tiempo de soledad tan necesario para llegar a comprenderte a ti mismo y encontrar el camino hacia tu renacer»