Y entonces vuelves a caer…
y el cansancio te abate…
la angustia te puede…
de nuevo el sol está oculto entre nubes.
Y es que te empeñas en ir más allá,
en alcanzar lo que todavía se resiste,
en adelantar acontecimientos,
en ver resultados a mitad de camino.
Y vuelves a caer.
Arrasando con todo a tu paso,
haciendo más daño del necesario,
desandando el camino recorrido.
Y entre lágrimas, eres consciente del fallo,
entre lágrimas, te reprochas la impaciencia,
y vuelves en busca de apoyo,
pero con ganas de finalizar la batalla.
Y pierdes la fuerza…
pierdes la fe en conseguirlo,
agobio, angustia…dolor
por falta de templanza, de no saber esperar.
Más el bastón que te sostiene es fuerte,
no cede ante angustia o dolor,
no quiebra ante la falta de esperanza,
y los cúmulos se transformar poco a poco en cirros.
Y por ello…
algún rayo de sol comienza a calentar tu día,
y el quizás paso a paso vence al nunca
mitigando esa losa que tienes en el pecho.
Más deja de recaer una y otra vez,
hasta el cayado más fuerte puede quebrar
la tormenta arreciar más fuerte…
¿Y luego que harás…?
No apremies, no hay prisa
y piensa…
piensa que es mucho más importante el paso tambaleante que das día a día hacia tu meta.
Pisa sin miedo, pero siempre hacia adelante con paso firme, creyendo en lo que haces.