Me quedé tu rosa,
tu blanca rosa y mis pensamientos,
los que florecian ante lo escuchado,
los que se negaron a olvidar mis pasos.
Me quedé tu rosa,
su aroma y tu fragancia,
la que estimulaba mis entrañas,
la que pintaba mi atmósfera cada mañana.
Me quedé tu rosa,
el sello que adoptó mi alma.
Y ahora, cuando mi mente divaga,
celebro lo compartido mientras vivo otras hazañas.
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Autor: Sole Moreira
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